“La felicidad puede ser la forma más alta de la rebelión”, piensa Liliana Porter. Esa idea se convirtió en una especie de emblema que podría definir su horizonte en términos vitales.
La artista argentina escuchó esa frase en 2016, cuando miraba un programa de televisión que pasaba la noticia de un tiroteo. Un desquiciado se había dedicado a cazar personas en una discoteca gay. Lo que se conoce como la masacre de Orlando dejó un saldo de 49 muertos y un número similar de heridos.
El chico que la pronunció era un sobreviviente de la masacre y minutos antes había visto morir a sus amigos. Su mensaje, mirando a cámara, no era de venganza sino que expresaba un afán de sacar la vida adelante plantándole al horror y al odio la cara de una felicidad contra viento y marea.
Forma de alegría
Que el lugar de llegada de su arte pueda ser también una forma de la alegría (pese a todo) es el anhelo que Liliana Porter deja flotando en el cierre del documental que le dedica el ciclo Los visuales, de Canal Encuentro, disponible en YouTube y en la plataforma lalulula.tv (https://lalulula.tv/documental-2/encuentro/los-visuales/los-visuales-liliana-porter).
El filme de media hora condensa el periplo de Porter (en octubre cumplió 80 años), una gema del arte argentino, nacida en Buenos Aires en 1941 y radicada desde 1964 en Nueva York, donde instaló para siempre su laboratorio para la creación de aventuras visuales que ponen a la realidad entre paréntesis y dejan a los espectadores en estado de fascinación y pellizcados por un enigma.
Entre lo más conocido de su obra están las situaciones que muestran una serie de miniaturas frente a tareas a simple vista imposibles. Los “trabajos forzados” por los que siente predilección son protagonizados por personajes diminutos, congelados en el momento de afrontar algo que los supera.
Ejemplos: una abuelita teje un mundo de lana que la quintuplica en tamaño, una abuela de plástico hace lo propio con un océano de flores azules, soldados de juguete y otras figuras escalan por el cierre de una campera de polar.
Encuentros inverosímiles
El mundo de Porter es un universo minúsculo que da lugar a encuentros inverosímiles. Un caballo de porcelana cuya crin es un cepillo para lustrar zapatos mira fijo a una mujer. Una lámpara que es el torso de Jesucristo se encara con un pingüino a cuerda. Otro pingüino le agujerea un ojo a una muñequita con tutú y paraguas.
El elenco de miniaturas y las posibilidades de ensamble son potencialmente infinitos. Aunque la artista piensa que hay algo en esas cositas que le hace un guiño, una señal de que nacieron para encontrarse y que nada podría destruir el vínculo que acaban de establecer.
Muestras indecibles del adorno kitsch y chucherías del más variado origen, que la artista recolecta sin descanso en anticuarios o mercados de pulgas, conforman un elenco latente y siempre listo para aparecer en collages, fotografías, instalaciones o videos.
También son elementos característicos de su desembarco en el teatro, un salto que pegó en 2017 con Domar al león y otras dudas. El año pasado, en plena pandemia, reincidió con Teatro de primera mano para tiempos nuevos, una pieza en colaboración con la uruguaya Ana Tiscornia que fue filmada con celulares (se puede ver aquí: https://vimeo.com/404176708).
También están disponibles en la web un documental del ciclo “Metrópolis” (https://www.youtube.com/watch?v=MtekB4O3rtM) y el corto El zorro en el espejo (https://lalulula.tv/cortitos/cortossueltos/liliana-porter-fox-in-the-mirror), una breve e intensa invitación a la alegría y al desconcierto.
La Voz