La confirmación de Carlos “La Mona” Jiménez en el Cosquín Rock 2022 prueba un signo de época: la naturalidad con la que el rock, que antes se arrogaba superioridad moral y estética, ahora absorbe fenómenos de la música popular.
Pero más allá de las implicancias culturales e industriales que genera el hecho, vale reivindicar a alguien que “vio” este nivel de horizontalidad antes que nadie.
Fue el recientemente fallecido Héctor “Perro” Emaides, quien en 2007 programó a Jiménez en el festival Pueblo Mestizo junto a Jorge Drexler y Jaime Roos, aunque se encontró en boleterías cierta “resistencia” del público a compartir espacio con los seguidores de un artista que siempre fidelizó con los sectores populares.
A estas alturas, y por diversas circunstancias vinculadas tanto a los consumos culturales como a un tic acomodaticio de cierta progresía, programar a Jiménez suma más de lo que resta.
Para fortalecer el punto de vista de esta columna bien vale el intercambio entre este cronista, que la firma, y un colega que asegura no tener ánimo de polemizar en Twitter (es hincha de Talleres) ni de exponerse, aunque no tiene problemas en que aquí se publique el intercambio.
“Es el clima de época. 10 años atrás no era cool ‘La Mona’, hoy sí”, dice el colega.
E inmediatamente añade: “Y el progre que lo miraba como sujeto de estudio antropológico (iba a los bailes a ‘estudiarlo’) ya se dio cuenta de que esa actitud era profundamente clasista”.
“Quería disfrutar las canciones de Drexler y ‘analizar’ el fenómeno de ‘La Mona’. Menos mal que el trap y otros géneros terminaron con esas divisiones absurdas”, concluye.
Es tal cual, por una vez se interpretó la visión del “Perro” de que a Jiménez hay que bailarlo sin racionalización mediante. Absorberlo por lo que es, representa y propone, sin que haya que buscarle paralelismos para que gane en credibilidad rockera.
Basta de considerarlo como el Elvis o el James Brown del cuarteto, “La Mona” es un planeta con fuerza gravitacional propia.
La Voz