En términos reales, el valor de la hacienda hoy ya ha recuperado todo lo perdido desde el momento en que hace cinco meses el Gobierno le puso límites a las exportaciones.
El sorprendente derrumbe de la faena de noviembre, que supera el 20 por ciento interanual, afirma las cotizaciones de novillos y vacas, cuya oferta es insuficiente para la capacidad instalada de la industria exportadora. Y permite también la recuperación de las cotizaciones del ganado liviano de consumo y hasta del novillo sin papeles, la categoría más castigada por los cupos a la exportación.
El feedlot, mientras tanto, se beneficia con la suba de los precios de novillos y vaquillonas, pero enfrenta el problema de que la invernada se ha vuelto a disparar porque nadie quiere tener pesos y el maíz está mostrando una tendencia alcista en el mercado internacional. Además, la suba local del grano se puede acelerar si se apura el ritmo devaluatorio.
Las recrías se han alargado o retrasado, y el engorde a corral está aportando menos kilos de carne al sistema, en una tendencia que no parece que se vaya a revertir en el corto plazo.
Consumo
El mercado local, donde los márgenes de matarifes y carniceros ya están ajustados al máximo, se resiste a ingestas por debajo de los 48 a 50 kilos por habitante por año, y ese interés se expresa en el precio que está dispuesto a pagar el consumo por el novillito, el ternero o la vaquillona.
La exportación está sufriendo la baja de la cuota Hilton y de los valores que paga China, pero todavía tiene una demanda internacional muy firme, y no encuentra suficiente cantidad de vacas y de novillos pesados.
El gobierno va a hacer daño, pero la escasez le pondría límites. El año próximo se presenta con una oferta ganadera limitada, un consumo que no quiere bajar o achicarse más y una demanda internacional, luego de superar la peor etapa del Covid-19, que se presenta excepcional.
Costos
Entre noviembre del 2020 y el mismo mes de este año, la inflación (IPC) fue del 51,8 por ciento. En el mismo período, el precio del ternero de invernada (180-200 kilos) subió 86 por ciento y el novillito (300-390 kilos) en Liniers subió 85,9 por ciento.
En el mismo lapso, el tipo de cambio se incrementó sólo 24,8 por ciento. Seguramente, este atraso es un factor muy importante para que un índice ponderado de insumos ganaderos haya tenido un alza de “sólo” 44 por ciento; es decir, por debajo de la inflación oficial.
En paralelo, el costo del personal en los últimos 12 meses se incrementó 51,7 por ciento; o sea, al ritmo de la inflación. Mientras que el costo de una pradera se incrementó 54,4 por ciento, el de una hectárea de verdeo de invierno un 46 por ciento y el de una hectárea de silaje de maíz (implantación y confección), un 58 por ciento.
En cambio, bien por debajo de la evolución interanual del IPC, subieron el costo de hacer un rollo (25 por ciento), un tratamiento sanitario completo (29 por ciento). Del otro lado, bien por arriba del IPC están el costo de un rollo de alambre (136 por ciento), la urea (198 por ciento), el fosfato diamónico (119 por ciento) y el glifosato (195 por ciento).
El maíz, esencial en cualquier planteo de engorde intensivo, aumentó en un año solo 29 por ciento como resultado del atraso en el tipo de cambio oficial y de la intervención estatal en el mercado, combinado con la estabilidad de las cotizaciones internacionales.
Si se toma como punto de partida noviembre de 2019, un mes antes de la llegada de la actual administración del país, se observa que en los últimos 24 meses la inflación fue del 95 por ciento. En ese contexto, un índice ponderado de insumos ganaderos creció un 124 por ciento; el novillito en Liniers, un 204 por ciento; el ternero de invernada, un 230 por ciento; y el dólar blue, un 200 por ciento.
La Voz