octubre 4, 2024 8:06 am

La vida aislada: historias de cordobeses encerrados por el Covid

Un amigo, un primo, un tío, un hijo, un vecino, un compañero de trabajo. Es imposible actualmente toparse con alguien que no tenga un conocido aislado por contacto estrecho. Son miles de personas, muchas de las cuales debieron realizar cambios radicales en sus rutinas para lidiar con esta nueva ola de coronavirus.

Mientras los centros de testeos siguen abarrotados, en poco más de una semana la cantidad de personas que debió confinarse en sus casas se expandió como un dominó.

Sin contacto

“Un hermano dio positivo después de una reunión familiar y con mis hijas tuvimos que aislarnos. Por suerte no tuvimos síntomas, pero fue un aislamiento estricto”, explicó Lucía, una psicóloga vecina de un barrio en la zona norte de Córdoba.

“Hasta que me dieron el resultado del PCR negativo no pudimos tener contacto con nadie. Volví al teletrabajo, algo que ya había hecho durante algunas semanas en el año y reducimos cualquier tipo de salida al mínimo. De hecho apenas si fui hasta alguna carnicería o verdulería del barrio en horarios de poca circulación y solamente para retirar por la puerta lo que había encargado por teléfono”, agregó.

“Esta nueva ola tan contagiosa nos hizo ser más conscientes de que hay que ser muy cuidadosos para no enfermarse”, cerró.

Paz y aceptación

Julieta, profesora de yoga de La Calera, tuvo que aislarse durante diez días tras dar positivo. “Vivo en un departamento chico pero que tiene una buena vista. Eso me ayudó”, contó.

“Recibí ayuda de mi papá y de vecinos que estuvieron pendientes de que no me faltara nada, ya sea remedios o provisiones. La noche de Navidad me la tomé con mucha paz y aceptación. Dije ‘las cosas pasan por algo’. Preparé unas ensaladas, prendí unas velas y puse música. Me sirvió para mirar todo lo que uno tiene y no pudo disfrutar esa noche”, dijo.

La soledad y el silencio fueron compañeros de Julieta durante los días de encierro. “Son momentos en los que para salir adelante tenés que trabajar mucho la motivación”, cerró.

Higiene constante

Matías, vecino de San Vicente, cursa sus primeras horas en aislamiento como eventual paciente con Covid.

“Mi mujer fue la que primero empezó con los síntomas. Decidimos ir a testearnos pero no tenía sentido. Estaba todo lleno. Ella se encerró en un cuarto y yo, que tengo síntomas más leves, con mi hijo, en otro. Lo llevamos como podemos. Hacemos compras a través de aplicaciones y avisamos que por favor golpeen y dejen la mercadería afuera para no tener contacto con nadie del exterior. Tratamos de tener cuidado y de higienizarnos constantemente. Si nos cruzamos en la casa no ponemos el barbijo. El tema es nuestro hijo. Se entretiene con el celular y está tranquilo, pero hay momentos en los que necesita mayor atención”, contó.

Florencia, de parto

Florencia pasó uno de los días más felices de su vida sin poder ver prácticamente a nadie. Solamente a su pareja, Arturo y a su flamante hijo, Constantino.

El parto fue el martes, siguiendo un estricto protocolo sanitario.

“En lugar de disfrutar te invade la incertidumbre, el miedo. No sabés qué puede pasar. Aparecieron un montón de médicos con trajes especiales. No sabíamos si era mejor estar en el hospital o que nos dieran el alta rápido. Por suerte salió todo bien. Obviamente, no puede verlo nadie que esté contagiado. Es decir, hay que evitar las visitas. Es estresante. Encima el padre trabaja y como es independiente no le queda mucha opción. Tiene que salir sí o sí a la calle”, dijo.

Encierro, con hijos

Santiago vive junto a su hijo en Río Ceballos. Tiene una empresa de limpieza de piletas y por el aislamiento tuvo que desatender su negocio. “Fueron días difíciles, sobre todo por el calor que hizo. Traté de postergar lo que más pude el trabajo. El encierro fue duro, pero con mi hijo nos arreglamos para entretenernos”, contó.

Lucas, vecino de la zona noroeste también debió aislarse junto a su mujer y sus dos pequeños hijos. “Es complicado porque los chicos no van a la escuela de verano y el patio de mi casa no es grande. Cuando nos baja la fiebre y los dolores, los hacemos jugar, pintar o miramos TV. La mayoría del tiempo estamos acostados. Pero también en la medida que se puede hay que limpiar la casa y lavar la ropa”, contó.

El encierro activó los deliveries y las compras online.

“Estamos provistos por suerte. Pero hay negocios en el barrio como una fábrica de pastas que están cerrados por Covid. Habíamos pensado pasar Año Nuevo en un hotel, pero tuvimos que postergarlo para más adelante. No sé qué haremos. Si cocinamos o encargamos alguna comida festiva. Quizás una pizza o algo tranqui”, cerró.

La Voz

Más Noticias