marzo 29, 2024 3:11 am

El ser o no ser de las luchas sociales

Dichosos quienes circulen libremente.

Sin embargo, ganar el espacio público costó y cuesta sacrificios enormes, imposibles, sangrientos. Es por eso que las luchas que no son colectivas y amorosas están destinadas al fracaso, porque se sustentan en el avance de algunxs pocos que se autotitulan referencias y se olvidan de que el bien debe ser común para que pueda ser llamado progreso.

Siempre debemos volver a observar las prácticas, aprender de los errores y, sobre todo, procurar no caer en la trampa de un sistema capitalista que tiene como premisa el uso y el desecho, como si las personas y los recursos fueran una fuente inagotable.

Los recursos se acabaron y la gente se acaba; debemos entender eso. Debemos afrontar un mundo comido desde sus cimientos por el consumo absurdo, en el que nuestros hijos crecen casi sin alma, producto de una virtualidad abrumadora.

La gente necesita tocar, necesita contacto, necesita creer que hay un futuro mejor. Y ahí es donde cobran valor las luchas sociales.

Quizá, al leer esto, pensarán que hay quienes sacan beneficios al embanderarse de “lucha social”, y no puedo negarlo. Claro que hay quienes manipulan a su favor las conquistas. Esas personas son el reflejo del mismo mal que dicen combatir; no creen en lo que proclaman; no buscan un beneficio social. Sirven sólo para señalar a fuerza de presión quiénes sí o quiénes no, manejándose únicamente en la superficialidad de su conocimiento.

Sin embargo, una golondrina no hace verano. Con esto quiero decir que no podemos generalizar ni replicar el mismo método reduccionista que simplifica la lucha social real a la acción de unas cuantas personas autorreferencistas o manipuladoras.

Por eso, no debemos perder la duda en este mundo que nos da todo digerido y terminado. Que nos trata como consumidores finales de ideas, de conceptos y de amor. Dudar nos permite también observarnos sin creer en todo lo que nos dicen y sin creernos todo lo que decimos.

Celebro, entonces, aquellas luchas que están abiertas al cuestionamiento, a la autocrítica y, sobre todo, aquellas que están pensando constantemente en las personas a quienes no incluyen, pues debemos aprender a hablar no sólo a los convencidos de siempre.

Para que una comunicación sea efectiva, también hay que pensar a quién me voy a estar dirigiendo, no sólo en lo que digo.

Finalmente, quiero hacer un pedido desesperado, un pedido que tiene que ver con recuperar parte de nuestra alma, de nuestra libertad: permitamos y habilitemos la ternura como un concepto reformador en nuestras vidas.

Nada puede ser reformulado desde el odio ni desde el adoctrinamiento. Permitámonos disentir sin que eso sea motivo de enojo. Y así, logremos que compartir las diferencias sea una opción para el crecimiento personal y social, sin que nadie haga una empresa de ello.

* Secretaria de Género del Observatorio de Participación Ciudadana de Córdoba

La Voz

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