Hubo un tiempo, en el Medioevo, en el que el clero cristiano anduvo entretenido en persecuciones porque no distinguía entre la ubicuidad y la omnipresencia.
La doctrina afirmaba la presencia de Dios en todas partes. Algunos disidentes, los ubicuitarios, desafiaban la idea. Les costaba entender que Dios se transformaba en hostia en la parroquia de la esquina, pero también era ubicuo en la del barrio vecino. Un desafío a la física.
Eran tiempos de paciencia precaria; corrió mucha sangre hasta que los teólogos le inventaron un nombre al misterio.
En la más reciente liturgia de la lealtad peronista, proliferaron las misas. En todas hubo gritos contra la parroquia vecina. Pero encontraron un consenso: todos coincidieron en que el otro es un traidor. Una evidente señal de diáspora.
La estructura del oficialismo alberga muchas corporaciones, pero las más persistentes y reactivas al cambio han sido, desde 1983, la sindical y la de los caciques territoriales.
En los rituales del 17 de octubre, la corporación sindical mostró sus fracturas. De un lado se juntaron referentes gremiales que le demandan a la política mayores espacios de decisión (como si ellos no fuesen políticos). Del otro, sindicalistas alineados con la política, bajo la advocación ubicua de Cristina Kirchner. Estos acusaron a sus adversarios de traicionar a los trabajadores (como si ellos lo fuesen).
Al mismo tiempo, la corporación de los jefes territoriales terminó de notificar su decisión de abandonar a su suerte al gobierno peronista y huir hacia el refugio de sus ciudadelas. Juan Manzur, la estrella otrora refulgente de ese grupo ubicuitario, le mandó a decir al Presidente que dejará el comando formal del gabinete.
Trenes que dejan Retiro
Manzur sólo coronó novedades que los caciques bonaerenses ya habían concretado en el último recambio de ministros. Pero el anuncio del jefe de Gabinete expuso a la luz cómo está quedando el cronograma electoral de la democracia argentina.
Sólo dos provincias están fuera de toda especulación: Corrientes y Santiago del Estero, que renovaron autoridades en 2021. Vienen a contramano del cronograma nacional desde las intervenciones federales en los años de Carlos Menem.
Hay tres provincias que antes de fin de mes dejarán en claro si abren en marzo próximo el maratón de las urnas: Neuquén (condicionada por la ruptura del Movimiento Popular Neuquino), Misiones (decidieron depurar padrones hasta el 30 de noviembre) y Catamarca (previa suspensión de las Paso locales).
Para abril está confirmada la elección en Salta, que eliminó sus primarias. En ese mismo mes se votaría en La Rioja y en las Paso de Entre Ríos y Santa Fe. En esta última, la Constitución obliga a desdoblar elecciones generales, como en Chaco y Tierra del Fuego. La Legislatura de Río Negro votará mañana una reforma electoral en el mismo sentido, con fecha tentativa de elección para el 16 de abril. En Chubut prevén debatir antes de fin de mes la suspensión de las primarias para adelantar la elección.
Manzur se aleja porque en Tucumán habrá elecciones en mayo. La Casa Rosada dejó correr el rumor de que lo reemplazaría su antecesor, Santiago Cafiero. De confirmarse, Alberto Fernández se aproximaría a la concreción de una proeza: formaría el gabinete con quien quiere, a escasos meses de dejar el poder. Un Florentino Ariza tras su tiempo de cólera.
La elección provincial santafesina sería en junio, mes en el que también se votaría en Córdoba y Entre Ríos. Las provincias que todavía no definieron su calendario ven que el tiempo de la huida es cada vez más corto. En La Pampa, el gobernador Sergio Ziliotto evalúa plagiar al resto: elecciones locales en mayo; las primarias de febrero penden de un hilo. En San Luis, los Rodríguez Saá son un eterno viaje perpetuo al pasado: proponen regresar al fraude de los lemas. En Jujuy, el más peronista de los radicales se despegó: Gerardo Morales le añadió a la movida una reforma de la Constitución provincial.
Junto a las fechas del cronograma nacional, sólo estarían quedando firmes los tres feudos más retrógrados de la corporación: Buenos Aires, Formosa y Santa Cruz.
Sin candidato
Hay un dato central que explica la diáspora: el oficialismo no tiene un candidato presidencial competitivo. Cristina Kirchner lo sería, con el riesgo de unir a sus enemigos en un balotaje. Sergio Massa firmó un Presupuesto en el que admite que no hay posibilidades inmediatas de ponerle un freno drástico a la inflación. Alberto Fernández se anota por defecto. Por si el azar lo elige para ser el presidente que hoy no es.
En 2019, el peronismo había retornado al poder con la vocación de ser todo: el partido del orden y el partido del cambio. Hoy sólo exhibe su dispersión.
Y el refrán apolillado sobre la reproducción de los gatos.
La Voz