abril 19, 2024 4:09 pm

Cansancio, desgaste y soledad, las emociones predominantes del personal de salud en pandemia

Cansancio, desgaste y soledad fueron las emociones predominantes del personal de salud en pandemia. Este fue uno de los principales resultados de una investigación que se centró en los discursos de los agentes sanitarios.

La investigación surgió como inquietud del Consejo de Decanos de las facultades de ciencias sociales del país. El organismo estaba detectando que la pandemia era analizada casi exclusivamente en su aspecto biomédico, pero faltaban miradas con un enfoque psicosocial.

Así fue cómo la Agencia Nacional de Ciencia y Técnica de la Nación lanzó una convocatoria para investigadores que analizaran las cuestiones sociales de este hecho histórico.

Se aprobaron 19 proyectos y se conformaron nueve equipos en todo el país.

El nodo Córdoba, que reunió a estudiosos de distintas disciplinas, realizó 42 encuestas a trabajadores y trabajadoras de la salud (médicos, enfermeros, administrativos, entre otros). Y se propuso indagar, a través de esas narrativas, cómo estaban viviendo ese momento histórico los agentes sanitarios.

Jacinta Burijovich, vicedecana de la Facultad de Ciencias Sociales y coordinadora del Nodo Córdoba, explicó que el estudio se realizó en tiempo real: “El objetivo fue dar voz a las personas que en ese momento le estaban poniendo el cuerpo a atender la pandemia. Contamos con una base de datos con testimonios en vivo, que nos van a permitir hacer memoria de un tiempo muy complejo para el sistema de salud”.

Todas las universidades que participaron realizaron en total 356 entrevistas. La investigación fue coordinada por la Universidad de Lanús bajo la dirección de Anahí Sy. Los testimonios recolectados pertenecen a trabajadores del primer, segundo y tercer nivel (centros de atención primaria y hospitales). Brindaron su visión no sólo quienes atendieron pacientes con Covid-19. También se sumaron agentes de otros servicios como salud mental, enfermedades crónicas y salud sexual no reproductiva.

Una emoción para cada momento

Uno de los aspectos reveladores del estudio fue que cada etapa de la pandemia –y su transición hacia la pospandemia– fue vivido de forma diferente.

Según las vivencias de los trabajadores se pudieron identificar cinco momentos que no necesariamente coincidían con las medidas gubernamentales, como Aspo y Dispo. Los agentes percibieron el inicio de la pandemia como “espera” con tensa calma. En la primera ola, un “vértigo”. De diciembre a marzo, se vivió una especie de “respiro”. Un “desborde” en la segunda ola, para terminar en un “relaje”.

Cada uno de esos momentos se vivió con una emoción predominante, una especie de estado anímico generalizado que se detectaba en la mayoría de las entrevistas.

“Al principio se vivió mucha angustia, incertidumbre y miedo a contagiar a los familiares. A medida que avanza la pandemia, los trabajadores y trabajadoras sienten que aumenta la violencia hacia ellos. A partir de las vacunas y de mayores descubrimientos sobre el virus, se mitiga la angustia y la ansiedad pero aumentó el desgaste”, explicó Burijovich.

Rossana Crosetto, docente de la Facultad de Ciencias Sociales y trabajadora social, sostuvo que –durante la primera etapa– primó la desinformación a nivel gubernamental y la confusión sobre qué protocolo seguir. Muchos centros de atención primaria cerraron o suspendieron servicios esenciales. Con el tiempo, los propios agentes fueron desarrollando estrategias, tendieron redes con la comunidad y se reorganizaron para seguir brindando respuesta a las necesidades de la comunidad. Hubo articulación con las organizaciones territoriales.

La reestructuración edilicia entre sectores covid y no covid puso en pausa programa esenciales como la entrega de anticonceptivos o las consultas por salud mental. “A partir de la vacunación, el personal se fue sintiendo más seguro”, apuntó Crosetto.

Por su parte, María Teresa Bosio, docente de la Facultad de Ciencias Sociales y profesora de Ciencias de la Educación, alertó sobre las dificultades particulares de las mujeres trabajadoras. “Las compañeras que tenían hijos o hijas a cargo tuvieron serias dificultades porque en muchos casos no tenían asistencia en el cuidado. Sentían miedo por un posible contagio. Y también faltaron redes de cuidado en el sistema público, como las escuelas. Nadie respondía y cada una se las arregló como pudo”.

La angustia y soledad fueron otras emociones predominantes durante la primera fase de la pandemia. “Todas las demandas llegaban al área salud, durante el aislamiento obligatorio, porque las demás estaban cerradas. Muchas compañeras señalaron sentirse abandonadas por sus propios directivos. Se confundían protocolos. También aparecía la culpa en un primer momento. Como si los que daban positivo para Covid-19 habían tenido la culpa por contagiarse”, agregó Claudia Bilavcik, licenciada en trabajo social y docente en la Facultad de Ciencias Sociales.

“Al interior de las instituciones, los profesionales no eran héroes sino los culpables de contagiar a sus compañeros. Como si lo hubiesen hecho a propósito”, indicó.

Debido a la sobrecarga del sistema sanitario, muchos agentes expresaron haberse sentido presionados por no faltar al trabajo, aunque hayan sido contactos estrechos.

Aprender de la experiencia

Las investigadoras explicaron que la pandemia afloró problemas estructurales del sistema de salud que ya venían aconteciendo desde antes. “Las personas tuvieron que reestructurar sus condiciones de vida cotidiana en un contexto de precariedad de larga data. El sobreempleo y la escasa remuneración existían antes de la pandemia. Esto profundizó problemas preexistentes”, señaló Cecilia Berra, docente de la Facultad de Psicología.

Parte del estudio se propuso revalorizar prácticas de políticas públicas, como el trabajo en red. Una de las fortalezas detectadas fue que, durante la etapa más cerrada de la pandemia, los mismos trabajadores armaron contactos –vía WhatsApp– para no discontinuar entre los pacientes servicios esenciales, como la entrega de anticonceptivos y el control de las enfermedades crónicas.

Las instituciones que armaron comités de crisis y tomaron decisiones compartidas con el personal salieron más fortalecidas. Aunque, en la mayoría, primó la cuestión punitiva y culpabilizadora.

“Sabemos que esta pandemia fue excepcional. Pero existen normativas para afrontar situaciones de crisis. En lugar de abrir el juego y hacer foco en el territorio, se tomaron decisiones verticalistas y autoritarias, centradas en los hospitales y no tanto en los centros de atención primaria”, destacaron.

Las especialistas sostuvieron que la pandemia nos tiene que dejar una enseñanza. Y culminan: “Tenemos que incorporar aprendizajes porque seguramente tendremos otras situaciones de crisis. No podemos dar vuelta la página”.

La Voz

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