marzo 28, 2024 6:11 am

Miradas opuestas a la nueva canción de Shakira con Bizarrap: ¿Pura factura o un loba herida?

A favor. Facture Shakira, facture.

Por Julia Candellero

Intento hacer memoria pero no recuerdo otra canción que haya generado la cantidad de debates, enfrentamientos virtuales y puntos de vista que se expusieron en redes sociales, programas de televisión, ciclos radiales, grupos de WhatsApp (y la lista podría seguir) como lo hizo en los últimos días la sesión número 53 de Shakira con Bizarrap.

Feministas, profesores, periodistas, especialistas en cuestión de género, todos cuestionando o alabando la positividad o nocividad de la canción según el interlocutor de turno.

Me resulta increíble como este mundo tan voraz por comentar, cuestionar, criticar o defenderlo todo de repente olvida que, muchas veces, las cosas no son tan complicadas como las quieren hacer parecer.

Así como tantos otros artistas, Shakira es famosa por canalizar sus emociones a través de la música. Como oyentes podemos discutir si preferimos sus temas post períodos de duelo o durante la fase de enamoramiento, podemos valorarlos positiva o negativamente, no escucharlos o reproducirlos compulsivamente, identificarnos con ellos o incluso debatir si su versión “loba” es más comercial, pero menos auténtica ¿pero en qué momento nos sentimos con la autoridad moral de cuestionar la vida de una persona a partir de una canción?

Se dijo que Shakira es “poco sorora” porque menciona implícitamente y en malos términos a la mujer con la que la engaño su marido, se dijo que es mala madre por ventilar su vida privada (cuando en el plano de lo real se negó sistemáticamente a hablar de la situación), alegaron que la canción es un himno feminista, y otros la criticaron justamente por lo contrario.

La canción no es un tratado sobre el feminismo y dudo que haya tenido la intención de ofender a quienes usan Casio, o manejan un Twingo. Muchas de sus palabras probablemente estén allí porque sonaban bien juntas, no porque esconden un significado oculto. Usa metáforas para hablar de emociones, y las emociones humanas no se caracterizan precisamente por ser social y políticamente correctas.

La canción es un hit, y los récords conseguidos en las últimas horas lo sustentan. La colombiana procesó su dolor y logró, de la mano del productor argentino, hacer historia. Dichosas las personas que tienen la capacidad y posibilidad de hacer algo así. Facture Shakira, facture.

En contra: El aullido de una loba herida

Por Jesús Rubio

Tras el éxito incontestable de la Sessions #52 con Quevedo, Bizarrap tenía el desafío de superarse a sí mismo con otra colaboración adictiva. Sin dudas lo logró, porque la Sessions #53 con Shakira no para de sonar y de generar likes y discusiones en las redes y en los medios. Pero la repercusión no se debe a la canción en sí, sino al contenido relacionado con la vida privada de la cantante colombiana.

Hay muchas canciones de desamor hermosas en la historia de la música popular en habla hispana. Por ejemplo, se podría nombrar a Ojalá, de Silvio Rodríguez, una obra maestra que expresa el rencor y la rabia de manera poética y que cumple con la condición pegadiza que tiene que tener todo himno pop.

Lejos de este ejemplo está la Sessions #53, que más bien parece el posteo mal escrito de una tía cuarentona fanática de los programas de chimentos, o la descarga resentida de una mujer pendiente del sexo opuesto. Peor aún: el tema de Shakira se rebaja a la mención de la persona a la que se dirige.

La cantante deja expuesto su dolor y su amor traicionado. Pero al hacerlo desciende al nivel de un tipo despreciable. Sin darse cuenta, le da el triunfo a Gerard Piqué.

Si el pop del siglo pasado expresaba un deseo de vivir no como un objeto sino como un sujeto de la historia, Shakira se convierte en un Rolex y en un Ferrari. Es decir, se percibe como un objeto aparentemente superior a otro supuestamente inferior (un Casio, un Twingo).

Ni siquiera es capaz de darse cuenta de que al hacer explícito su fracaso amoroso, deja en segunda plano a la música. El interés que despierta la canción es el del chismerío de barrio, el de la curiosidad morbosa por querer saber cómo se pelean dos famosos sobreactuados y millonarios.

La música que hace con Bizarrap no contempla más que su propio ombligo, porque lo único que importa es la rabieta sentimental con su ex. Y nada provoca más vergüenza ajena que el monólogo despechado de una persona separada.

La Voz

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