abril 17, 2024 9:48 pm

Todo bien con los clásicos, pero ¿no es hora de renovar los repertorios en los festivales?

Escena repetida en los últimos veranos, sin importar en qué festival estemos: suena Zamba para olvidar, ese enorme clásico folklórico compuesto por Daniel Toro y Julio Fontana. Nadie puede negar que se trata de uno de los temas más bellos de nuestro cancionero. Pero la reiteración permanente en los últimos años en las voces de diferentes artistas enciende una luz de alarma: habiendo miles y miles de zambas tan hermosas como esta, ¿por qué no ir en búsqueda de otras no tan difundidas?

Claro que no se trata sólo de un problema particular con esta zamba, que llegó a sonar hasta tres veces por noche en ediciones recientes de festivales como Jesús María o Cosquín. Lo mismo sucede con ciertas chacareras como Déjame que me vaya (un enorme himno del despecho, ahora que la temática está en boca de todos por Shakira) o clásicos como Candombe para José y la siempre conmovedora Yo vengo a ofrecer mi corazón, que tuvo su momento de gloria de unos años a esta parte.

Algo similar ocurre con el cuarteto, ya que no sólo está cada vez más automatizada la costumbre de versionar el “tema de moda” en clave tunga tunga, sin importar si otra banda o artista ya lo hizo con anterioridad, sino que también se echa mano a los mismos clásicos del género una y otra vez.

Ejemplos sobran, aunque como muestra más palpable se puede nombrar a Universo paralelo, el tema de Nahuel Pennisi que popularizó La Konga y que en la edición pasada de Cosquín Cuarteto sonó realmente hasta el hartazgo.

Insistimos: no hay nada puntual contra esas canciones que se nombran más arriba y otras que tienen el mismo desgaste, sino que el planteo es más profundo. Hace rato que se habla de la necesidad de renovar el repertorio folklórico. De que aparezcan nuevos autores y compositores. Esa idea viene dando vueltas en muchos de los festivales que se desarrollan por estos días en diferentes rincones de Córdoba y del país, sobre todo los folklóricos y populares.

“Ya van 10 años o más que la música popular no genera repertorio para el futuro. Son canciones livianas, que pueden ser exitosas y hasta lindas, pero son livianas”, se despachaba Peteco Carabajal en una entrevista reciente con este medio.

Lejos de querer contradecir a Peteco, el repertorio sí está: en algunas peñas, en casi todo los patios y sus guitarreadas cuando alguien se anima a mostrar una “nuevita” casi como una ofrenda, en muchos encuentros populares, en tantas y tantos autores y compositoras que florecen en cada rincón del país, aunque en mayor medida no llegan a los grandes festivales.

Responsables: ¿artistas o público?

Tal como el viejo dilema del huevo o la gallina, la situación tiene dos responsables, sin ser uno más que el otro. Por un lado, una gran cantidad de artistas que no toman ningún riesgo y van a lo seguro: repertorio conocido, aplauso prácticamente asegurado.

Por el otro, el público también hace lo suyo, ya que en general no busca la novedad, sino que espera justamente “las que sabemos todos”. Incluso con sus artistas favoritos, a los que les reclama que canten “las de antes, las de siempre”.

En ambos casos, el problema parece ser el mismo: la comodidad, el sitio seguro. Si a eso le sumamos la poca o nula osadía de programadores y de productores en apostar por cosas diferentes, el combo está completo.

Es cierto que gran parte de los festivales musicales se han convertido en una mera situación de entretenimiento en la que el análisis artístico queda completamente de lado. Por eso, no le vamos a reclamar lo mismo a Jesús María (con su claro propósito de diversión como eje) que a Cosquín, que con el tiempo va perdiendo la tradición de ser la tribuna para los juglares de la época. ¿O acaso ese escenario no lleva el nombre de Atahualpa Yupanqui?

Tampoco es que hubiera nada de malo en querer escuchar esas canciones una y otra vez. Pero si pensamos en una renovación que le otorgue larga vida a nuestra música popular, es indispensable generar un mayor equilibrio entre voces propias y actuales con respecto a los clásicos. La canción es urgente, como supo decir Teresa Parodi. Una canción que hable del hoy, de las problemáticas y vicisitudes del aquí y ahora.

O por qué no hacer un trabajo mucho más minucioso a la hora de armar los repertorios, tanto de cantores y cantoras como de los grupos de danza, que también suelen caer tantas veces en lugares comunes y conocidos al elegir los temas para las coreografías. Allí está Mercedes Sosa como un faro para seguir siempre. Ella nos enseñó mejor que nadie que se puede bucear y encontrar diversidad de canciones, las de antes y las de ahora, para no volverse reiterativo.

La Voz

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