octubre 4, 2024 9:37 am

Argentina y el desafío de pensar a largo plazo

Nos olvidamos de la Argentina básicamente por nuestra visión cortoplacista. Nuestra historia política nos enseñó a obtener beneficios en lo inmediato, hipotecando así el futuro. Celebramos las épocas de primavera económica y de ficticio bienestar, convencidos de que entramos en una realidad absoluta y definitiva. Pero cuando llega la cuenta, sufrimos porque evidentemente ese no era el camino.

El dilema es si realmente aprendemos o no. Si aprendemos es porque tenemos la capacidad de convertirnos en mejores ciudadanos, y si no, estamos básicamente condenados al eterno retorno. Esto último es interesante, porque los países que mejor resultado han obtenido en términos de desarrollo y de calidad institucional no son justamente porque posean mejores gobernantes.

Cambio de modelo

En nuestro país, el hartazgo y la inmoralidad han provocado un cambio disruptivo en la política, rompiendo con los modelos tradicionales de partidos, ya que ninguno de los anteriores ha solucionado los problemas de la ciudadanía.

Argentina ha migrado del modelo tradicional a una especie de gerenciamiento público del Estado, subordinando la propia política a la mera administración económica. Esto genera una relación diferente del Estado con la sociedad, una sociedad que se dio cuenta de que el dinero no cae del cielo.

¿Cómo se pasa del paternalismo estatal a una instancia de independencia personal? ¿Será acaso un símbolo de madurez? ¿Será que esta vez sí es verdad?

Hay que ser conscientes del potencial que tiene la Argentina, un potencial pospuesto y postergado por el cortoplacismo político que siempre priorizó terminar un mandato y poder renovar los votos, en cambio de establecer un programa de políticas a largo plazo, es decir “un proyecto de Nación”, que lo tuvimos en algún momento, pero que luego de la década bisagra de los años 1930 se ha perdido.

Hoy el planeta donde vivimos nos ofrece un nuevo panorama; las estructuras del viejo mundo se encuentran obsoletas y crujen; las guerras ocupan Europa, África y Medio Oriente. Hay violencia política en muchos países de Latinoamérica.

Sin embargo, Argentina, por su posición geográfica, se encuentra al margen de la efervescencia y continúa teniendo en su haber aquello por lo que nuestros abuelos la eligieron: paz.

Asimismo, Argentina es la tercera economía más grande de América latina, es el octavo país más grande del mundo en territorio y, según el último informe del Banco Mundial, el país cuenta con abundantes recursos naturales. Tiene tierras agrícolas extraordinariamente fértiles, cuenta con importantes reservas de gas y de litio, y dispone de un enorme potencial en energías renovables. Argentina es un país líder en producción de alimentos, con industrias de gran escala, particularmente en agricultura y ganadería vacuna.

Recomponer el pacto social

Pero como no todas son rosas y, como dijo Juan Bautista Alberdi, “gobernar es poblar”, hay que entender también que nuestro país posee grandes superficies desocupadas, apenas 45,6 millones de habitantes en un territorio de 3.761.247 kilómetros cuadrados; es decir, 16,5 habitantes por km2.

Esto indica varias cosas; una de ellas, la profunda necesidad de abandonar la dinámica centro-periférica. Es necesario descentralizar, fortalecer las economías regionales, industrializar las provincias, federalizar las economías. Hay que volver al modelo de extensión de la red ferroviaria y garantizar la salida a puertos de una manera más eficaz.

La educación debe acompañar este proceso, junto con la inclusión de tecnologías de vanguardia que permitan el desarrollo. Un programa nacional de inclusión laboral resulta urgente.

Es necesario que cada provincia y municipio, en colaboración con el Estado nacional y la sociedad, generen un territorio atractivo para las inversiones, previsible en lo ambiental y equitativo desde el punto de vista social.

Debe haber espacio para todos y entender que la Argentina es tierra fértil para quien desee emprender y vivir de su trabajo. Para eso hay que recomponer el pacto social; los diferentes actores de la sociedad deben entender los cambios y comprender que el mundo está cambiando.

Abandonar las estrategias de la vieja política ayuda a recomponer el tejido social dañado por los intereses particulares de ciertas instituciones.

El camino del consenso y el acuerdo significa colocar a la Argentina de una vez y para siempre entre los países “creíbles”. Los ciudadanos debemos seguir exigiendo a nuestros gobernantes que se sienten a dialogar; debemos darnos cuenta de que el poder es del pueblo. No es un derecho heredado; por el contrario, fue el producto de luchas, trabajo y esfuerzo.

Por esa razón es muy importante cuidar y fortalecer la democracia, que, como afirman muchos, no es perfecta pero es lo mejor que tenemos, y eso se logra con compromiso ciudadano. Aprender y crecer es la salida para no volver a caer en la teoría del eterno retorno.

* Presidente de la Asociación Civil Centro Republicano

La Voz

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