Según destaca el último Boletín de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) sobre los gases de efecto invernadero durante 2020 la abundancia de gases de efecto invernadero que retienen el calor en la atmósfera alcanzó una nueva cifra récord, con una tasa de crecimiento anual por encima de la media que se promedió entre los años 2011 y 2020.
De esta manera, la concentración de dióxido de carbono (CO2), el gas de efecto invernadero más importante, alcanzó en 2020 las 413,2 partes por millón (ppm) y se sitúa por encima del 149% sobre los niveles preindustriales.
Tal como indica Petteri Taalas, secretario general de la Organización, “esto no es una mera fórmula química y unas cuantas cifras en un gráfico, sino que conlleva repercusiones negativas de primer orden para nuestra vida cotidiana y nuestro bienestar, para el estado de nuestro planeta y para el futuro de nuestros hijos y nietos”.
La Organización advirtió que, de no detenerse las emisiones, la temperatura mundial seguirá subiendo.
Cabe destacar que el dióxido de carbono, a diferencia del metano, es un gas que se caracteriza por su larga duración y, por tanto, el nivel de temperatura que observamos actualmente persistirá durante varias décadas, aunque las emisiones se reduzcan rápidamente hasta alcanzar un nivel neto cero.
Si a esta situación le añadimos “el calentamiento del planeta, el resultado final que obtendremos será la proliferación de fenómenos meteorológicos extremos, tales como episodios de calor intenso, lluvias fuertes, derretimiento de las masas de hielo, subida del nivel del mar y acidificación de los océanos, que implicarán repercusiones socioeconómicas de gran alcance”, asegura la OMM.
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