Algo terrible ha pasado. Un hombre, solo, frente a lo que parece un territorio salvaje. Alguna vez se llamó Jimmy; ahora se ha bautizado a sí mismo como “Hombre de las Nieves”. El nombre da en el clavo: es el último, una rareza, un sobreviviente, un resabio, un vestigio de otro mundo. En la nueva configuración de las cosas ya no hay otros como él. Ahora está rodeado de seres que parecen humanos pero no lo son. O no del todo. Y aquí aparece la cuerda que atraviesa esta novela: ¿qué es lo que nos hace humanos?
Oryx y Crake, primera parte de la trilogía de Maddaddam, se abre con un escenario postapocalíptico. Hay que avanzar mucho para reconstruir la genealogía del desastre. Los ingredientes no nos son ajenos: el cambio climático, la manipulación genética, la ciencia desprendida de la ética, sociedades hipervigiladas, pornografía infantil, espectacularización de la violencia, hambre, guerras, masacres, el dolor como divertimento mediático, un virus, una pandemia.
Las piezas se fueron sumando para transformar el mundo en “un enorme experimento descontrolado”. Un paisaje poblado de los “Hijos de Crake” y los “Hijos de Oryx”. Los primeros, replicando una versión más “útil” de los humanos. Los segundos, el resto del reino animal intervenido en laboratorios. Creaciones monstruosas, una nueva fauna: mofaches, loberros, cerdones, lincetas.
Hombre de las Nieves no deja de hablar consigo mismo y con las voces que lo habitan. Las gargantas del pasado como una fonola en su cabeza. Frases que irrumpen en su mente aumentando con sarcasmo el abismo entre el mundo para el que fueron pensadas y lo que finalmente sucedió. Es la única persona que podría contar cómo pasó todo. El guardián del secreto y, a la vez, el inventor de los mitos. Porque los “Hijos de Crake” también tienen sed de historias, de conocimientos, de trascendencia. ¿Cómo explicarles lo que no podrían entender? La construcción de un mito de origen para lo que en realidad es un apocalipsis. Quizás siempre se trate de eso: mitologías que disfrazan de inicio lo que fue producido por el final.
Oryx y Crake es un libro sobre la ausencia, sobre lo perdido, sobre la extinción. Y sobre esas amistades que atraviesan la vida: lazos que convierten al otro en testigo, en el que sabe quiénes éramos antes de convertirnos en lo que somos.
Margaret Atwood publicó esta novela en 2003. Supo anticipar algunas cosas que en aquel momento parecían mera especulación. ¿Cuántas otras cosas veremos convertirse en realidad con el paso de los años? “Mi afán no ha sido entretenerte, sino informarte” dice la cita de Jonathan Swift que abre la historia. Atwood imagina, sí. Pero esa imaginación siempre hunde sus raíces en las pesadillas de lo real. Y la ficción, entonces, se vuelve también advertencia.
Oryx y Crake. Margaret Atwood. Salamandra. 448 páginas. Precio: $ 2.699
La Voz