En el prefacio de La casa de la araña, Paul Bowles cuenta que inicialmente quería hacer una novela con el escenario de la vida cotidiana en Fez, “una ciudad medieval activa en medio del siglo XX”. En cuanto empezó a escribir, la realidad sacudió su lomo y los eventos políticos cambiaron ese pulso que él había querido retratar. Quedaba un solo camino: “narrar el proceso de violenta transformación que se estaba produciendo”.
Fez, Marruecos, 1954. Un levantamiento nacionalista en un país que busca liberarse de la dominación francesa. El colonialismo y sus hijos monstruosos. La búsqueda de una identidad propia que cada quien dibuja a su modo.
En un hotel, un estadounidense trata de escribir una novela. De a ratos conversa con otros tres pasajeros. Una compatriota y dos ingleses. Los extranjeros miran con ojos ajenos. Aplican categorías foráneas para explicarse una cultura que se resiste a ser definida.
En medio de esa cultura, tratando de guiarse por los mandatos del Corán, Amar, de 15 años, se hace las preguntas propias de su edad, reforzadas por la sensación de estar en un mundo que cambia demasiado rápido. Un chico que ha dejado la escuela y busca desprenderse de las expectativas familiares para ir en busca de lo propio. Un despertar a la realidad política, a eso que bulle en la ciudad.
El padre de Amar es tajante en su visión. “¿Sabes lo que es la política?”, pregunta. “Es la palabra francesa para decir mentira”. Son muchos los marroquíes que desconfían por igual de los franceses y de los nacionalistas.
La tensión crece. El lenguaje se desborda de sobreentendidos por el riesgo que implican los informantes. La novela despliega el clima de la inminencia, ese algo indescriptible que anuncia que algo está a punto de pasar. Una cuerda que se tensa, el aire que se espesa, la sensación de haber tocado un límite y la conciencia de estar en el umbral de lo desconocido. La religión y sus mandatos también dibujan sus coordenadas. Hay quien se rige por ellas, hay quien las combate, hay quien las considera superchería.
Aparece aquí la vieja dicotomía de “civilización y barbarie” y la costumbre de reservar la primera categoría para la propia cultura. La convicción de que el “progreso” es el movimiento por el cual los bárbaros aceptan convertirse en lo que los “civilizados” desean.
Prejuicios, racismo, el desprecio por lo diferente. Aún si los estereotipos se disfrazan de fascinación, el juicio no se detiene. Y en cada nivel, una forma nueva de opresión: el patriarcado completa el círculo de dominación, sin distinguir entre culturas. El modo en que el autor describe estas fuerzas es impecable.
Las descripciones hacen que Fez se levante como una escena viviente ante los lectores. La ciudad se convierte en un personaje clave. La escena final tiene toda la potencia que se ha ido acumulando página a página y es prácticamente imposible salir de esa imagen.
Nacido en Nueva York, Paul Bowles vivió en Marruecos gran parte de su vida. Publicada en 1955, La casa de la araña es una de sus novelas más reconocidas.
La casa de la araña. Paul Bowles. Edhasa. 480 páginas. Precio: $ 1.695
La Voz