Antes de que se cumpla un mes del contundente triunfo de Juntos por el Cambio, a la prometida unidad opositora tan sólo le queda un leve barniz de formalidad en Córdoba. Todo lo demás ya había implosionado antes de ese resultado electoral excepcional que obtuvieron Luis Juez y Rodrigo de Loredo.
Cuatro semanas después, pasó la euforia triunfalista y también la ilusión de un rápido reordenamiento en torno de los ganadores: lo que queda ahora es tan sólo el desacuerdo total entre los socios mayoritarios de la coalición opositora. Tan profundo es el cisma en la UCR cordobesa que el cimbronazo tiene impacto nacional.
En Córdoba quedan las ruinas de cualquier entendimiento en el radicalismo. Pero eso ya se sabía.
El fracturado bloque de diputados nacionales de la UCR tendrá una porción mayoritaria de 33 miembros presidida por Mario Negri, que es respaldado por los gobernadores radicales y recogió el reconocimiento orgánico del partido, por el liderazgo que desde hace décadas este ejerce en el Congreso. La UCR tendrá también un ala díscola de 12 legisladores encabezada por Rodrigo de Loredo y liderada por el porteño Emiliano Yacobitti, con reporte directo al senador Martín Lousteau.
La ruptura generó estrépito en la prensa nacional, que cuestionó al unísono a De Loredo por el quiebre del bloque radical, al interpretar que va en directo beneficio del Gobierno nacional. Vista desde Córdoba, esa lectura puede ser relativizada: Negri y De Loredo seguirán siendo parte de Juntos por el Cambio y además competirán –ya lo están haciendo desde hace meses– para ver quién de los dos articula las frases más críticas contra el kirchnerismo.
El otro reproche unánime que cosechó De Loredo fue la pertenencia a un sector conducido en las sombras por Enrique “Coti” Nosiglia y puesto a las órdenes de Lousteau y de Horacio Rodríguez Larreta. Esas críticas van elevando su tono al ritmo en que avanza la feroz interna nacional del radicalismo: los dos principales candidatos a reemplazar al mendocino Alfredo Cornejo de la presidencia del partido son el gobernador jujeño Gerardo Morales y el propio Lousteau. Esa interna exacerba todavía más los ánimos en Córdoba, pero no es la causa del enfrentamiento entre Negri y De Loredo.
Una ruptura de vieja data
La ruptura ocurrió hace mucho tiempo, se patentizó en la cuestionada interna radical de marzo pasado y tuvo un resultado indiscutido en las Paso de septiembre último, cuando la lista de Juez y De Loredo saldó con votos la interminable disputa radical. El resultado fue todavía más abrumador en las generales, que no sólo dejaron en claro que los votantes radicales habían dado por superada la disputa interna, sino que además olvidaron la antigua aversión al juecismo.
De Loredo batalla en minoría desde hace más de una década contra los liderazgos históricos del radicalismo, personalizados en Negri y en Ramón Mestre. Fue marginado de modo sistemático. Tras haberles ganado, no aceptó estar bajo las órdenes de Negri en Diputados y además es un hecho que tampoco acepta que el radicalismo cordobés siga siendo conducido por los “perdedores”, como les enrostró reiteradamente en estos días. La embestida de Evolución tuvo episodios ofensivos contra Negri y chicanas innecesarias.
Pese a que el negrista Marcos Carasso sigue al frente de la UCR cordobesa, el enfrentamiento que encabeza De Loredo en todos los frentes incluyó el viernes pasado una resolución firmada por 10 de los 15 miembros titulares del Comité Central del radicalismo provincial, en la que le piden a Negri que renuncie a la presidencia del bloque radical en Diputados si quiere evitar la fractura. En los hechos, eso supone para el desafiante De Loredo algo muy parecido a haber tomado posesión del partido. La crisis, de momento, no tiene otra salida que el agravamiento.
Si se tiene en cuenta que es el radicalismo el mayor sostén de institucionalidad y de territorialidad en Juntos por el Cambio, los interrogantes respecto de qué hará la oposición provincial con el triunfo que acaba de obtener se multiplican y ya no queda ninguna certeza respecto de cómo se ordenarán de cara a 2023. Lo único cierto por ahora es que todo criterio ordenador está dinamitado.
La incertidumbre se traslada en cascada a los bloques legislativos en la Unicameral y en el Concejo Deliberante de Córdoba. La posibilidad de unificación parece más lejana que nunca y ese desbande explica episodios como los ocurridos con la propuesta de habilitación del juego on line, llevada a la Unicameral por cinco legisladores de Juntos por el Cambio, luego rechazada por varias de las facciones radicales y rápidamente prohijada por el oficialismo provincial, que aguarda el mejor momento para avanzar con esa iniciativa y, en simultáneo, sigue entusiasmando a intendentes y legisladores opositores con la habilitación de la re-reelección.
Ambos proyectos están en carpeta, al aguardo de las circunstancias políticas más propicias. La oposición hace sus mejores esfuerzos por generar esas circunstancias.
Hacemos por Córdoba se frota las manos con el caótico presente propiciado por la interna radical. A este ritmo, que los conflictuados correligionarios cordobeses lleguen a 2023 con una única propuesta electoral sería un verdadero milagro.
La Voz