Benedict Cumberbatch, el actor que alcanzó la fama mundial por su papel como Doctor Strange en Marvel, pero que tiene una gran trayectoria en la industria del cine por su trabajo en más de 30 películas y series como el Código Enigma o Sherlock, además de ser un hombre talentoso, es uno con suerte. Es que en sus 45 años de vida se enfrentó cuatro veces a la muerte y salió victorioso.
La primera vez que estuvo cara a cara con la parca fue cuando era apenas un bebé. Su media hermana, Tracy, que es 17 años mayor que él, lo estaba cuidando. Para divertirse y pasar un buen momento juntos, la joven lo puso en el cochecito y salió rumbo al parque para dar un paseo al aire libre. Al salir, sonó el teléfono de la casa y ella volvió a entrar, olvidando al pequeño Benedict afuera. Era invierno y la conversación duró más de lo que ella esperaba, resultando en su hermano internado con un cuadro de hipotermia aguda.
El 26 de julio de 1994, la muerte volvió a tocar su puerta. Esta vez, Benedict ya no era un niño, sino un joven de 18 años que cursaba el último año en Harrow. El actor, que en ese momento era un chico común y corriente, fue sorprendido con una increíble explosión a poco de quedarse dormido. Las ventanas se hicieron añicos y los vidrios estallaron. Asustado, desesperado, corrió hasta la habitación de sus padres. “Me preguntaban: ‘¿Estás bien?’, ‘¿Estás bien?’. Les respondí que no, que no podía escuchar con un oído”, relataba el actor.
Lo que sucedió fue que un coche bomba había estallado frente a la Embajada de Israel, hiriendo a 30 personas. La onda expansiva de la explosión dejó sordo a Benedict. Por suerte, el actor logró recuperar su audición con el tiempo, aunque el miedo y la desilusión por la humedad persistieron por bastante más tiempo.
Para la tercera vez tuvo lugar al terminar la secundaria, cuando Benedict decidió instalarse en un monasterio en el Tibet donde los monjes le enseñarían sabiduría y él les enseñaría inglés. Todo iba viento en popa, hasta que Cumberbatch decidió salir con cuatro amigos a explorar las montañas. Mala idea cuando se desconoce la tarea, no se tiene la ropa ni elementos adecuados para tal fin y no se contrata un guía.
Obviamente, los cinco se perdieron y caminaron sin rumbo durante dos días seguidos. Trataron de realizar algunas prácticas de supervivencia para tratar de apalear la deshidratación pero la desesperación comenzó a ganar terreno. Sin embargo, tuvieron suerte porque un Sherpa los encontró, alimentó y los devolvió sanos y salvos al monasterio.
Finalmente, la cuarta y última vez que, por ahora, Cumberbatch sintió a la muerte respirándole en la nuca ocurrió en el año 2005 cuando filmaba Hasta los confines de la Tierra, una serie para la BBC.
En una pausa del rodaje, junto a Theo Landey y Denise Black, decidieron conocer las playas del lugar. Les habían dicho que eran hermosas, pero también les advirtieron que la zona era peligrosa y que mejor no andar paseando. Sin embargo, ellos no se tomaron muy en serio las advertencias y eso tuvo sus consecuencias.
En el camino, se les pinchó un neumático y, mientras esperaban ayuda al costado de la ruta, seis hombres enmascarados y con fusiles bajaron de un auto y los obligaron a entregarles sus teléfonos y tarjetas de crédito. Durante dos horas los llevaron a distintos cajeros electrónicos para extraer dinero.
No se conformaron con eso, los forzaron a apiñarse dentro del baúl. El vehículo arrancó. Cumberbatch comenzó a patear el capot y gritar pidiendo ayuda. En un momento el auto se detuvo. El baúl se abrió y cuando las cosas no podían ir peor, los bajaron debajo de un puente y los obligaron a arrodillarse, atados de pies y manos y con la cabeza cubierta con una frazada.
Benedict creyó que este era el fin y, si bien en un momento se entregó al destino, luego decidió luchar por su vida. Por eso, comenzó a hablarles a sus atacantes. Les dijo que era una tontería dispararles, que matarlos solo les traería dificultades. “Tendrás un inglés muerto en tu auto. Eso no es bueno”, y les aseguró que padecía una enfermedad en el corazón que podía provocarle un ataque en ese mismo instante. Increíblemente funcionó y logró que los delincuentes decidieran liberarlos y escapar.
“Decidí que quería tener una vida más sencilla. Quería nadar en el océano que vi a la mañana siguiente. Cuando piensas que vas a morir, das por hecho que no volverás a tener esas sensaciones ni vivir esas experiencias. Una cerveza fría, un cigarro, la sensación del sol quemando tu piel. Hasta cierto punto, ese fue un nuevo inicio para mí”, concluyó Cumberbatch como enseñanza de la increíble pero real historia que le tocó vivir.
La Voz