Cuando llegó a Talleres en 2019, el Cacique Medina se encontró con un grupo base de jugadores, al que Andrés Fassi en cada temporada le fue sacando algunos y sumando a otros, según el rastreo de gente especializada en ese tema, y de acuerdo a las posibilidades económicas de la institución.
Seguramente hubo consenso entre el entrenador y el presidente en la mayoría de las incorporaciones. Ninguna sociedad de dos personas puede sostenerse si sólo prima la voluntad y la decisión de una de ellas.
En el lapso entre su llegada y su reciente partida, Medina recibió a muchos futbolistas, algunos de los cuales insinuaron desde su llegada su proyección internacional (Piero Hincapié, por ejemplo) y otros reptaron en niveles que no los convirtieron en imprescindibles en el equipo.
Medina, como anfitrión en el vestuario y cabeza de grupo, tuvo la gran virtud de consustanciar a sus dirigidos con la causa que persiguió desde su llegada a barrio Jardín. El uruguayo siempre demostró que no venía de paso a Córdoba. Su objetivo (lo dijo reiteradas veces) siempre fue salir campeón. Y aunque no pudo, hizo todo el esfuerzo para lograrlo.
Ese es su mejor legado. Por una evolución constante que involucró a Frank Kudelka y en menor medida a Juan Pablo Vojvoda, Tallleres, en todos sus niveles, y ya con la tercera dosis aplicada por Medina, se ha instalado en los niveles más altos del fútbol argentino y ha tenido que modificar el discurso austero de otras épocas.
Ya no se escuchan en las esquinas de la avenida Ricchieri las especulaciones en torno a promedios o cantidad de puntos para sostenerse en la principal categoría. Hoy las alturas son otras y las metas son distintas. Un liderazgo ya no es una quimera, aunque las experiencias dicen que el equipo falló en momentos claves, en instancias en las que una Copa está al alcance de la mano durante unos pocos segundos, pero que en algo falló o no hizo como para que el manotazo alcanzara el objetivo y un campeonato de alcance nacional pudiera festejarse en Córdoba. Esa fue la parte negativa de la gestión del “Cacique”.
Más allá de quien sea el nuevo entrenador, y ya sabiendo que los objetivos son muchos más ambiciosos, el presidente de Talleres deberá mover las piezas con precisión quirúrgica (como sucede siempre antes de una temporada) para sostener el delicado equilibrio entre la ilusión deportiva y el equilibrio institucional.
Fassi no ha tenido consecuencias malas hasta ahora en esa tarea, aunque algunas ventas (como la de Federico Navarro) hayan implicado un paso atrás en la jerarquización del plantel y una limitación en el fin perseguido. No es fácil sostener una estructura de más de 400 personas, ni proyectar y, sobre todo, concretar infraestructura para la alta competencia sino se acierta más de lo que se falla en cada carta puesta sobre la mesa. Como ejemplo de esto último está Belgrano, que en la gestión de Armando Pérez actuó de la misma manera y ofreció su mejor nivel histórico en una cancha
Al pensar en lo que deberá afrontar en 2022, entre torneos nacionales e internacionales, el mandatario piensa para la designación del nuevo entrenador en alguien que pueda tener el dominio del grupo y el sentido de pertenencia y la ambición de Medina, pero que a su vez cuente con la suficiente experiencia y perspicacia para encontrar el camino más corto y efectivo hacia el anhelado título.
En ese sentido todavía se degustan con gesto fiero aquel recordado partido ante Colón, en las vísperas de la consagración santafesina, en el partido ante River Plate con un hombre de más durante buena parte del juego en el estadio Mario Kempes o la no muy lejana final con un limitadísimo Boca Juniors por la Copa Argentina.
Las decisiones están por suceder. Y como en cada año habrá polémica. Se podrían ir jugadores importantes y queridos por la gente y llegarán futbolistas que provocarán escepticismo. El carrusel de verano mostrará nuevas caras y dejará en el olvido a otras. Tras cada vorágine en los últimos años, la calma volvió a Talleres mostrando más aciertos que errores. Los números y las emociones lo certifican. El deseo de su gente es que se sigan repitiendo.
La Voz